Capítulo 1.
A
Por fin febrero,
no sabes cuanto tiempo he estado esperando por este mes…
El cielo estaba despejado y hacía un buen tiempo para salir a dar
un paseo. Pero desgraciadamente los estudiantes no se podían dar el lujo de
pensar así debido a que se veían obligados a poner atención a la clase de su
respectivo maestro. Sólo había un grupo que había corrido con la suerte de que
se le hiciera tarde a su profesor, situación que no desperdiciaron, así que en
un pequeño lapso de tiempo cada quien ya
se encontraba con su grupo de amigos platicando animadamente.
El aula no era especialmente grande pero tampoco chica, estaba
hecha a la medida, por así decirlo. Las ventanas se encontraban abiertas para
que todos dentro del salón pudieran disfrutar de un poco de aire fresco y la
pizarra de avisos se encontraba llena de papeles pegados con mensajitos o
dibujos como de costumbre para que todos los pudieran ver. Las hileras de bancas que momentos antes se
encontraban perfectamente alineadas para que se pudiera tener una vista al
frente, ahora se encontraban un poco fuera de su lugar con uno que otro chico
sentado encima de ellas. Y por supuesto, no podía faltar el escritorio del
profesor repleto de alumnos sentados en él viendo al resto de la clase ya que
estaba ubicado al frente de todo el salón con el smartboard a sus espaldas.
En la segunda fila, de derecha a izquierda, se encontraban dos
chicas un poco separadas de los otros grupos de chicos. Una de ellas tenía una
dorada cabellera que le caía en caireles hasta llegar a la mitad de su espalda
y, para agregar, también era dueña de unos ojos azules que en esos momentos
eran resaltados por sus pestañas con rímel, cosa que la hacía ver
increíblemente bella. En cambio, la otra chica poseía una lacia cabellera de un
rubio cobrizo algo difícil de encontrar pero que hacía una perfecta combinación
con su par de ojos de una tonalidad griseasca pálida que se asemejaba a una nube en un día lluvioso.
Como era de esperarse su belleza era similar a la de su acompañante, juntas
podían hacer que cualquier hombre cayera a su pies si eso quisieran.
—Azeneth,
Azeneth —llamaba Anabelle a su
mejor amiga mientras la sacudía levemente por los hombros haciendo que su rubia
cabellera ondeara levemente en el aire. Había estado intentando captar la
atención de la chica por un largo tiempo pero parecía que la mente de la ya
mencionada estaba en cualquier lugar menos allí—. ¡Azeneth! —se vio obligada a
gritar chasqueando sus dedos enfrente del rostro de la joven de hebras
anaranjadas. Éste acto causó que varios compañeros y compañeras de su clase se
voltearan a verlas o que hicieran una pequeña mueca de molestia ante el volumen
de voz de Anabelle.
—No
tienes que gritar, Belle —le reclamó Azeneth a su amiga, Belle era como ella le
llamaba a Anabelle. Después de varios años de amistad encontró un modo de
acortar su nombre sin que se oyera raro. Azeneth por fin volvió al mundo real
donde se suponía que debía de haber estado hacía más de cinco minutos—. Sí te
escuché.
—Entonces
dime que dije —se cruzó de brazos mirándola fijamente con ese par de zafiros
que poseía como ojos.
—Estabas
diciendo que… —el volumen de su voz se fue disminuyendo hasta que se quedó
callada, la verdad era que no había estado poniendo atención a lo que su amiga
le había estado diciendo. Alguien más era el dueño de sus pensamientos en esos
momentos, se podía leer claramente en su par de ojos grises.
—Bueno,
ya que —prosiguió Belle restándole importancia al pequeño percance—. Como te
estaba contando, faltan cuatro días para San Valentín y todavía no sé que darle
a Mathias. Es nuestro primer Día de los Enamorados juntos y quiero que sea
especial.
—También
es el Día de la Amistad.
—No
importa, eso es una excusa para los que no tienen pareja. Hay más días en el
año para que pueden celebrar la amistad —dijo haciendo un movimiento con su
mano indicando que poco le importaba.
Azeneth sólo se quedó callada alzando
una ceja, ella no tenía pareja y no usaba ese día como una excusa para agregar
la amistad a la lista y así no sentirse sola como la rubia lo había insinuado.
Anabelle, al notar la expresión facial de su amiga se dio cuenta del error que
había cometido.
—Um…
Y-yo me refería que… —intentó balbucear una explicación razonable pero
simplemente no pudo—. Encontrarás a alguien —por fin dijo la muchacha con un
rubor en sus mejillas a causa de la vergüenza.
—Tranquila,
pero es una pena que no te daré el perfume que te había comprado –dijo riendo
mientras se encogía de hombros—, al fin y al cabo hay más días en los que te lo
puedo dar y mientras tanto yo lo puedo usar. Lástima que era la edición
limitada —se vengó muy divertida del comentario que Belle había hecho.
— ¡Oye!
—dijo dándole un pequeño empujoncito pero al final se unió a sus risas que
fueron interrumpidas cuando el maestro de historia, Mr. Hyde, ordenó a todos
que guardaran silencio y regresaran a sus respectivos lugares. Así fue como
todo el grupo hizo lo que el profesor indicó y el orden volvió a reinar en
aquella aula.
Los cuarenta y cinco minutos de
clase se pasaron algo lentos al tener que copiar las diapositivas de PowerPoint
que el Mr. Hyde iba pasando en el smartboard. La clase transcurrió amenamente
sin mayores interrupciones más que alguien siendo descubierto usando su celular
mientras mandaba un mensaje o una que otra risilla ante una de las palabras
rimbombantes que el profesor siempre usaba. Y ni con eso la mente de Azeneth
podía dejar de recordar el rostro de Aaron quien de seguro se encontraba en
clase de deportes en ese momento. Sus ojos negros como la turmalina se rehusaba
a abandonar la mente de la chica, con tal sólo pensar en él, o algo relacionado
con el muchacho, sentía que el oxígeno de donde se encontraba no era
suficiente. Nunca antes había experimentado el dulce sentimiento de mariposas
en el estómago al pensar en él o verlo. No cabía duda de que estaba
profundamente enamorada.
Toda la clase sólo copiaba
mecánicamente por lo que antes de que se diera cuenta, la clase ya había
terminado. Azeneth recogió sus cosas y caminó con Anabelle hacia sus
casilleros.
—Juro
que no quiero volver a oír nada que tenga que ver con conquistas durante el
resto del día —se quejó la de ojos azulados como el mar en un día
despejado. Para tener tan sólo dieciséis
años era bastante agraciada al igual que la chica que la acompañaba, por eso se
le hacía raro a Anabelle que su amiga todavía no tuviera novio.
Los pasillos del Instituto Ebonee
estaban casi desiertos como era de esperarse un martes. Era obvio que al sonar
el timbre de salida todos se irían del colegio como alma perseguida por el
diablo. Pocos estaban dispuestos a pasar más tiempo en aquel lugar fuera de las
ocho horas que debían de soportar por reglamento y obligación. Por esa razón,
después de un transcurso de cinco a diez minutos era raro encontrarse a un
alumno por los pasillos o en los salones.
—Ya
somos dos, amiga —apoyó la otra poniendo la clave del candando de su casillero
hasta que lo abrió sacando su libro preferido para llevárselo a casa—. Agradece
que la clase de historia haya sido hasta la última hora. Ahora podremos ir a
casa a disfrutar nuestra noche de martes.
—Tienes
razón, no podría haber soportado otra hora —suspiró pesadamente Belle acomodando
su mochila en su hombro—. Y hablando de
esta noche… Quedé de salir con Mathias al cine, perdón. Sé muy bien que las
amigas no deben cambiarse por un novio pero es que él me lo pidió primero y no
tuve tiempo para decírtelo. Pero, en compensación puedes ir con nosotros.
—No te
preocupes, Anabelle Reclove. Lo entiendo. Pero prefiero no ir, ya sabes como
dicen: tres son multitud.
—Eres
la mejor —dijo la de iris azulados a su amiga envolviéndola en un fuerte abrazo
por unos segundos antes de dejarla ir—. Déjame ver qué libro lees ahora —dijo y
tomó el libro de las manos de su amiga sin siquiera esperar a que le diera una
respuesta. Era obvio que eran mejores
amigas que ya prácticamente se consideraban como hermanas.
—
¡Espera! —intentó detener aquel temporal robo pero su compañera alzó el libro
con una mano causando que un sobre cayera en un golpe mudo. Ambas chicas les
llamó la atención ese pedacito de papel y, antes de que su acompañante pudiera
hacer algo, Azeneth se abalanzó
rápidamente sobre él.
— ¿Un
sobre? ¿Por qué metiste un sobre en tu libro? —preguntó repleta de curiosidad
la amiga de la peli naranja mientras un chico con gorra blanca pasaba por ahí
sin ser visto por las chicas quienes estaban más interesadas en el objeto que
acababan de encontrar que en el que pasara.
—Si lo
supiera ya te hubieras enterado, Belle.
—Ábrelo,
debe de decir algo importante si te lo escribieron y no te lo dijeron.
La de cabello rubio cobrizo asintió
e hizo caso a lo que su amiga le dijo. Con cuidado de no romper el sobre lo
abrió con ayuda de sus uñas que por suerte todavía no se había cortado. En poco
tiempo tenía en sus manos lo que parecía un naipe, lo extraño de ello era que
en la parte frontal sólo tenía un corazón rojo en el centro con una A debajo de
éste sin rastros de que sus demás decoraciones fueran removidas, de seguro era
una copia de una carta de póker hecha con el mismo material.
— ¿Una
carta de póker? ¿Desde cuándo te gusta jugar cartas?
—Bien
sabes que no juego cartas, Belle.
—
¿Entonces qué hacía en tu libro preferido?
— No
tengo ni la menor idea. ¿Te fijaste en que página venía? —preguntó de repente
como si una idea se le hubiera ocurrido.
—Estaba
en la misma página que tu separador, pero eso no importa ahorita. ¿Qué es esa
carta? ¿Qué significa? ¿Quién la puso ahí? ¿Por qué ese alguien la puso ahí?
¿Crees que nos lleve a una aventura que jamás nos podríamos haber imaginado ni
en nuestros más locos sueños? —comenzó a preguntar más de lo que debería y
Azeneth la dejó hablar hasta que se cansó. Cuando por fin se calló su amiga,
ella se concentró en la carta de póker y la miró por un rato hasta que se le
ocurrió ver la parte trasera de ésta.
Al darle la vuelta al naipe vio que
contenía la caligrafía definitivamente de un chico, era fácil de saberlo ya que
la letra era poco redonda a diferencia de la de una chica y un poco chueca
añadiendo que era apenas legible.
Azeneth se quedó viendo el papel
sin leerlo, de un momento a otro su mente fue invadida por imágenes de Aaron y,
pensó en la posibilidades que pudo haber sido el quien mandó la carta o también
pudo haber sido cualquier otro chico cuyo nombre empezaba con la primera letra
del abecedario. Sabía que las posibilidades de que fuera era él era pocas pero
no imposibles, agregando que un pedacito
de su corazón anhelaba que él fuera el autor de aquella muestra de timidez pero
a la vez de amor. Hoy en día es difícil encontrar a chicos que hagan tal cosa
por la chica que les quita el sueño y se adueña de todo su ser.
Como nunca antes había recibido una
carta de amor, su primera reacción fue no saber que hacer. Se quedó quieta por
un rato sintiendo como la sangre se le subía a las mejillas hasta que
lentamente enfocó su mirada hacia el trozo de papel que sostenía en sus manos y
se dio cuenta que temblaba levemente sin saber si era por la emoción o por los
nervios.
Primero trató de recordar como se
leía y una vez que lo consiguió comenzó a leer la carta, la cual decía así:
A
A una
conquistadora te asemejas, por que has conquistado mi corazón poniendo la
bandera del amor en él. Tanto tiempo viviendo en paz hasta que
llegaste tú y sin saber cómo defenderme de éste vil sentimiento no pude más que
dejarme llevar por él. Y ahora estoy aquí tratando de descifrar cómo es posible
que una persona se pueda volver tu mundo con tan sólo una mirada y aún así no
atreverte a decírselo en la cara.
Atte.: Tu
enamorado.
—Azeneth, ¿qué dice?
La única respuesta que Belle
recibió fue un silencio pero después de un rato Azeneth logró encontrar las
palabras para hablar.
—Anabelle…
me han escrito una carta de amor —fue lo único que logró decir sin despegar la
vista del papel que con trabajo sostenía en sus manos. Por un momento el tiempo
se detuvo y sólo existió ella y el naipe. Su cara en esos momentos se
encontraba compitiendo con el color rojo de un tomate y sin darse cuenta una
sonrisa se había formado en sus labios. Quien quiera que le hubiera escrito esa
carta la había logrado cautivar.
—Sabía
que por ahí había alguien, esperemos que sea Aaron quien te la escribió. Se ven
tan lindos junto —comentó con un aire soñador Anabelle.
—Yo
también espero que sea él —admitió Azeneth llevándose la carta al pecho como intentando
protegerla de alguien y al mismo tiempo esconder su contenido para que sólo
fuera dedicado a ella.
De repente, el celular de Anabelle
comenzó a sonar y cuando vio la pantalla reconoció el número como el de su
madre, quien le había mandado un mensaje así que lo leyó rápidamente.
—Será
mejor que vuelva a casa pronto, creo que ya se me hizo un poquito tarde —tomó
sus cosas rápidamente amontonándolas en su mochila y comenzó a caminar hacia la
salida.
—Claro,
nos vemos mañana en la escuela —se despidió alzando un poco la voz para que la
pudiera escuchar. Una vez que su amiga se fue guardó sus cosas, cerró su
casillero y con su confesión escrita se fue caminando a casa.
♥♥♥♥
El trayecto de la escuela a su casa
no era muy largo, a lo mucho eran cinco minutos caminando. Esa tarde estaba
especialmente cálida con una suave briza que ondeaba un poco la cabellera de
Azeneth como si le pidiera que jugaran, al parecer el clima estaba del mismo
humor que ella.
—Aaron…
¿podría ser que fuiste tú quien me mando el sobre? —tuvo que decirlo en voz
alta para que por fin esa pregunta pudiera salir de su mente. Desde que
Anabelle se había ido esa preguntaba había estado rondando en su cabeza.
Y como si el Cielo le mandara una
respuesta a su pregunta su celular empezó a sonar con una dulce melodía,
compuesta por Yiruma, que indicaba que había recibido un mensaje. Ante esto la
chica soltó un pequeño grito ya que la había tomado totalmente desprevenida
pero sin querer esperar más sacó su celular de su mochila y leyó el mensaje. El
número telefónico del que había sido enviado se lo marcaba como desconocido
pero para ella no le era tan desconocido ya que el remitente era el mismo quien
había dejado la carta de póker en su libro. El mensaje lo decía todo.
El naipe fue
el primero de cuatro. Sólo espéralos por que una parte de mí se irá con ellos
para siempre poder estar a tu lado.
Atte.: Tu enamorado.
Era corto pero con las palabras que
ella esperaba escuchar. Así que sin más, siguió su camino y esperó con ansias a
que el siguiente día llegara.
Lo has echo tu???
ResponderEliminarEsta muy bien!
Sí, lo escribí inspirada en la San Valentín. Muchas gracias :)
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