Capítulo 2.
M
Doce de febrero. Dos días restantes para San Valentín. Dos días
restantes para confesar ese sentimiento llamado amor.
Esta vez el grupo de Azeneth y Anabelle no había tenido la suerte de
que el profesor se retrasara por lo que su clase comenzó puntual. Lo bueno era
que la materia que les tocaba era arte y para todos era un respiro ya que en
esa clase podían platicar mientras escuchaban música y trabajan. Como todas las
clases se impartían en la misma aula, exceptuando Computación y Laboratorio, no
tenían la molestia de andar cambiando de salón a cada rato así que podían jugar
o platicar mientras el profesor llegaba al salón de clases.
El salón había terminado igual que el día anterior, un poco
desordenado pero pasable. En esos momentos la profesora les había pedido que
guardaran silencio por un momento mientras daba un anuncio.
—No
olviden comprar su boleto para el Baile de Corazones que se llevará a cabo el
viernes catorce de febrero. Espero verlos arreglados —comentó la maestra
Cecilia remarcando la última oración mientras miraba a los chicos a los cuales
dudaba que los llegara a ver con un traje y bien peinados algo vez en su vida.
Cecilia era una señora de unos cuarenta
y seis, cuarenta y siete años a lo mucho. Su pelo castaño, el cual comenzaba a
mostrar unas cuantas canas, le llegaba hasta un poco debajo de los hombros pero
como siempre lo traía peinado en una coleta alta no se podía apreciar el largo
de su cabello, sólo se podía calcular. Su fisionomía era delgada y de estatura
promedio. El maquillaje era algo que nunca podía faltar en ella, tal vez por
ser artista poseía esa característica, pero no había día en el que sus labios
no fueran cubiertos por un labial rojo y
que un delineador no resaltara su par de ojos color avellana.
— ¿No
te ha llegado ningún papel, naipe, sobre o algo como lo de ayer? —le preguntó
en un susurro Anabelle a su amiga.
Desde que habían llegado a la
escuela había examinado y literalmente saqueado el casillero y pertenencias de
Azeneth para revisar si no había algo parecido a lo de ayer pero lo único que
había encontrado fue nada. Francamente se había desanimado notablemente ya que
la clase de arte de la maestra Cecilia era la última del día y todavía su mejor
amiga no había recibido algo.
—Aún
no, ni un mensaje. Nada.
—Saliendo
de clase volveré a revisar tu casillero y… —Belle no pudo continuar debido a
que la maestra la interrumpió.
—Señorita
Reclove, ¿podría hacernos el favor de decirle a toda la clase lo que estaba explicando?
—pidió la señora a la joven estudiante ya que se había dado cuenta que no había
estado prestándole atención.
—Usted
estaba diciendo que… —su voz tembló un poco y se quedó callada unos segundos
mirando de reojo a su amiga en busca de ayuda. Azeneth, quien sí estaba
poniendo atención, escribió rápidamente en una hoja de su cuaderno el costo que
tendría el boleto, a qué hora sería el baile y unos cuantos detalles más, que
era justamente lo que Cecilia se encontraba explicando—, usted estaba diciendo
que el costo del boleto sería de treinta pesos por persona y que teníamos que
llegar a las siete de la noche al patio para que se nos pudiera tomar una foto
con nuestra pareja —dijo un poco más segura, pero sin sonar confiada. Y antes
de que la maestra pudiera preguntar otra cosa el timbre sonó salvando a la
pobre joven de sufrir un interrogatorio.
—Es
hora de irnos —dijo la de ojos plateados a la maestra mientras todos comenzaban
a guardar sus cosas y salían del salón. Azeneth tan sólo esperó a que su amiga
terminara de guardar sus cosas y una vez que terminó se dirigieron a sus
casilleros encontrándose a Mathias, el novio de Anabelle, en el camino.
—Hola —saludó
el muchacho a Azeneth y a su novia dándole un breve beso en los labios a la
última—, son como uña y mugre, chicas. No hay día en que no las vea juntas —comentó
divertido tomando la mano de Belle.
Mathias era capitán del equipo de
futbol americano. Tenía el cabello rubio levemente rizado y unos ojos miel que
cautivaban a cualquiera. Era alto y se podía decir que era bastante atlético ya
que los músculos de su abdomen y brazos resaltaban constantemente con cualquier
movimiento. En pocas palabras era guapo aquel muchacho.
—Lo
sabemos —contestaron ambas al mismo tiempo mientras reían.
Una vez que llegaron a sus
casilleros la de cabellos lacios color rubio cobrizo se encontró con un naipe con
el mismo diseño que al de ayer pero en lugar de tener una A tenía una M. La
carta de póker se encontraba pegada con un pedazo de cinta adhesiva a su
casillero así que la tomó despegándola con cuidado.
— ¡Sabía que te llegaría una cosa hoy! —Exclamó emocionada la de dorados
caireles—Ahora léela, léela, léela —insistió hasta que su amiga hizo caso.
Azeneth hizo lo que su amiga le
pidió. Pero antes se puso a pensar por
que esta vez tenía una letra diferente, tal vez otra persona le había mandado
un mensaje con la misma idea que el primer chico pero desechó la idea ya que el
mensaje que había recibido el día anterior expresaba que las cartas de póker
debían de ser de sólo una persona.
Después de pensarlo unos momentos
le dio la vuelta al naipe y se dio cuenta que la caligrafía era la misma que la
de ayer, así que supuso que las letras debían de significar algo. Sin más
comenzó a leer el mensaje que decía así:
M
Me he
enamorado tan profundamente de ti que ahora me cuesta distinguir qué cosas hago
por ti y cuáles no. Nunca creí que el amor a primera vista existiera, pero
ahora, cada vez que pienso como es que te entregué mi corazón, me doy cuenta
que con tan sólo una mirada te volviste mi mundo. Y hoy me atrevo a decir que
el amor es la cosa más difícil y rara que jamás he conocido pero también he
aprendido que es la cosa más maravillosa y bella del mundo. Por eso, aunque sé
que no soy poeta, trataré de serlo por mi amada, mi princesa.
Atte.: Tu
enamorado.
Y como la primera vez, la piel
clara de su rostro hizo un gran contraste con el rubor que invadió sus mejillas
conforme iba leyendo cada palara. En ese momento se acordó que hace mucho
tiempo una maestra le había dicho que comúnmente la gente no leía todas las
palabras de lo que leían pero que cuando leyeran una carta de amor dirigida a
ellos sí que leerían todo. Y sí que tenía razón.
—Sabía
que iba a reaccionar así de nuevo —le susurró Anabelle a Mathias—. Azeneth, nos
iremos adelantando. Tal vez tu príncipe azul llegue pronto —rio suavemente y
después se fue a casa de la mano de su novio. En verdad que hacía una linda
pareja, ambos se comprendían y a veces tenían una que otra pelea pero nada
fuera de lo normal.
Las calles por donde iban pasando
estaban tranquilas como de costumbre. No había mucha gente que no te dejara
pasar y tampoco estaba demasiado solitario para hacerte dudar que en cualquier
momento te fueran a atacar. Sólo pasaba una que otra persona de vez en cuando
mientras ambos jóvenes caminaban tomados de la mano. El clima estaba agradable,
esa fue una razón para no tomar el autobús.
—El
chico debe amarle demasiado —comentó el de ojos miel cruzando una calle con su
novia a su lado. Al ver a su alrededor supo que ya estaban a un par de metros
de la casa de Anabelle. El tiempo parecía no pasar cuando estaba a su lado,
como si sólo existieran ellos dos.
—Lo sé,
como tú me amas a mí —dijo divertida la rubia antes de plantarle un breve beso
en los labios siendo correspondida por Mathias quien no lo dudó ni dos veces.
—Exacto
—concordó con ella una vez que el beso se había terminado. Caminaron un par de
metros más y llegaron a la casa de los Reclove.
El hogar de Anabelle era de un
tamaño considerable y elegante. La construcción era de dos pisos y de un color
blanco. En la entrada había un camino para llegar a la puerta y el césped
estaba verde y bien podado, y por supuesto las flores crecían con todo su
esplendor.
—Mejor
entra, ya sabes cómo se pone tu padre cuando yo te traigo y llegamos tarde —le
susurró sobre los labios a la muchacha, amaba hacer eso. En especial por que
las mejillas de Belle se enrojecían notablemente.
—Claro —respondió
también en un susurro ella mientras se separaba lentamente sin querer hacerlo.
—Pero
antes —dijo tomándola con suavidad por el brazo—, te vendré a recoger a las
seis cincuenta antes del Baile de corazones.
—Te
estaré esperando —con una linda sonrisa adornando su rostro se despidió con la
mano y después entró a su casa.
♥♥♥♥
Por otro lado Azeneth ya había
llegado a su casa. Como sus padres no estaban ese día por cuestiones de trabajo
y no tenía hermanos comió sola. Una vez que terminó de comer se dirigió a la
cocina y lavó su plato mientras leía una y otra vez el contenido del naipe.
—Que
sea Aaron quien escribió esto —susurraba quedamente mientras tomaba la carta de
póker y subía a su habitación.
La recamara de la joven estaba muy
ordenada para ser la de un adolescente. Todos los libros se encontraban
acomodados en el librero, no había ropa sucia ni zapatos tirados en el suelo,
la cama estaba tendida y el closet estaba cerrado. La cama se encontraba pegada
a la ventana la cual daba a la calle, a un lado estaba un escritorio de madera
en el cual estaban una laptop y una lamparita y al lado izquierdo de la puerta
del baño se encontraba el librero mientras que el closet se encontraba en la
esquina derecha junto a su tocador.
Al entrar a su habitación, la de
ojos color plata se dejó caer en su cama y se puso a escuchar música la cual se
vio obligada a ponerle pausa debido a que su celular comenzó a sonar. Le había
llegado un mensaje y antes de revisar de quien era lo supo. Era el chico
misterioso que le mandaba los mensajes por medio de naipes.
Esta vez el mensaje que le había
llegado decía:
Espero te haya
gustado lo que decía el naipe de hoy por que esos son mis sentimientos por ti.
No olvides que tu nombre está escrito en mi corazón. Espera el de mañana.
Atte.: Tu enamorado.
Y por segunda vez en el día, sonrió al leer lo que él le había
escrito.
—Espero
algún día llegar a conocerte —dejó el segundo naipe encima de su escritorio
junto al primero antes de acostarse en su cama y caer en los brazos de Morfeo.
Todavía no era de noche pero quería
soñar e imaginarse al dueño de tan dulces palabras, que esperaba a que fuera su
adorado Aaron.
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