miércoles, 8 de febrero de 2012

Capítulo 4: R


Capítulo 4.
R
Por fin era el gran día, catorce de febrero. Los alumnos que asistirían al baile de la escuela Ebonee se encontraban arreglándose cuando ya faltaba poco tiempo para que empezará el baile. Ése mismo era el caso de Azeneth quien se encontraba sentada en una silla frente a su tocador.

— ¡¿Te invitó al Baile de Corazones?! —gritó Anabelle perpleja desde el teléfono haciendo que Azeneth tuviera que taparse los oídos ya que tenía el altavoz activado debido a que se encontraba peinando.

—Tal y como lo oyes, me dijo que nos veríamos a las siete en la escuela—le informó a su amiga escuchando una risita al otro lado de la línea.

—Pues a diez para las siete yo estaré en tu casa para llegar juntas, más te vale que estés lista ¿eh? No pienso llegar ni un minuto tarde, Mathias nos llevará en su coche para que quede claro.

—Prometo que estaré peinada y cambiada para cuando llegues.

—Se te olvida algo en esa lista.

— ¿Cuál?

—Necesitas maquillarte.

—Ni de broma —contestó automáticamente mientras se hacía los caireles. Ambas habían acordado que Azeneth se iría con caireles mientras que Anabelle se peinaría con un chongo dejando unos cuantos mechones sueltos al frente.

— ¿Por qué? Sólo porque tu chico de los naipes no te dejó ninguno hoy no quiere decir que no te arreglarás para Aaron.

Anabelle tenía razón, ése día en la escuela no había recibido nada como los días anteriores, ni un recadito o una pista. Absolutamente nada. Eso desanimó un poco a Azeneth, ¿cómo era posible que los días anteriores si le hubiera dejado aquellos mensajes y justamente el día de San Valentín no lo hubiera hecho? Era algo irónico pero tuvo que soportar la realidad todo el día. Por suerte habían estado Belle y Aaron para alegrarle el día.

—No es por eso, simplemente creo que me veo mejor sin maquillaje —se inventó una excusa pero su amiga no se la creyó ni de broma.

—Por favor maquíllate ¿sí? Por favor, por favor, por favor, por favor —le suplicó por largos minutos hasta que aceptó.

—Está bien, pero que quede claro que sólo será por esta vez.

— ¡Gracias! —exclamó alegre a juzgar por su tono de voz.

—Estoy sacando el maquillaje —le informó a su amiga mientras habría el cajón y sacaba una bolsa llena de todo tipo de cosméticos que terminaron esparcidos por todo su tocador.


—Ponte un labial rosa y un poco de brillo —le indicó pero como estaban hablando por teléfono Azeneth tuvo que probarse varias tonalidades de rosa hasta encontrar la que más le favorecía. Una vez que eligió el labial inhaló y exhalo aire repetidas veces antes de ponérselo con sumo cuidado y paciencia mientras se miraba al espejo.

—Listo —dijo después de ponerse una capa de brillo labial.

—Ahora ponte rímel —le indicó y la joven acató las órdenes de su amiga hasta que terminó de maquillarse.

—Wow… casi ni me reconozco —admitió la joven Azeneth sorprendida al verse en el espejo. Casi no podía creer que la persona que veía reflejada era ella. Su cabellos rubio cobrizo anteriormente lacio ahora caía en caireles y su rostro siempre libre de maquillaje hacía resaltar sus ojos dándoles una tonalidad plateada al tiempo que los resaltaba.

—Esa es la magia del maquillaje, querida. Ahora vete a cambiar que ya voy en camino. Nos vemos en un rato —y dicho esto colgó dejando a una chica mirándose sorprendida en el espejo.

—Ahora sólo falta el vestido —se dijo a sí misma mientras se paraba de donde estaba sentada e iba a revisar el reloj—. Tengo cinco minutos antes de que Belle llegue, será mejor apurarme. 

Se dirigió a su closet y sacó un hermoso vestido rojo que se lo puso mientras veía las tres cartas boca arriba que tenía encima de su escritorio. Una vez que terminó con el vestido se puso unos tacones color rojo siempre sin despegar la vista de las cartas de póker y sus letras. Cuando ya estuvo lista tomó los naipes y bajó las escaleras.  Parecía una diosa, el vestido le llegaba un poco arriba de las rodillas dejando lucir sus piernas y tacones  mientras que sus hombros estaban al descubierto al ser un vestido strapless.

Una vez que terminó de bajar las escaleras miró fijamente los naipes pero sus pensamientos fueron interrumpidos por el timbre de su casa.

—Enseguida voy, Belle —anunció mientras caminaba hacia la puerta y al abrirla no se encontró con su mejor amiga si no con Aaron en smoking. Y un naipe en su mano.

Se veía tan guapo. A juzgar por el aspecto del pelo del muchacho se podría decir que se había intentado peinar con gel pero no le había resultado muy bien que digamos. En cuanto al resto se veía bastante bien y por como olía se podría decir que se había puesto un poco de loción.

—Casi, pero soy Aaron —le dijo con una sonrisa en su rostro al tiempo que le extendía el brazo entregándole el naipe—. El último naipe, supongo que a éste paso ya debes saber que palabras forman las iniciales de las cartas ¿no?

Azeneth tomó el último naipe que el chico de sus sueños le ofrecía. El naipe tenía una E debajo del corazón, todos los naipes juntos y conforme al orden en el que se los había dado formaban la palabra AMOR.

— ¿Esperabas a alguien más? —preguntó mientras la miraba. No podía quitarle los ojos de encima, esa noche se veía aún más bella que de costumbre.

—Um… —le tomó unos segundos recuperar la voz de la impresión—Sí, esperaba a Belle.

—Entonces ella tenía razón, sí que te sorprendí ¿cierto?

— ¿Belle sabía sobre esto? —preguntó algo confundida.

                —Así es, como yo le había dicho sobre los naipes a Mathias, él se lo contó a Anabelle quien decidió ayudarme a darte una sorpresa este Día de los Enamorados.

—Entonces tú fuiste quien mandó todos los naipes.

—Así es. Te quería decir cuánto me gustabas pero me daba pena —se rascó la nuca algo nervioso con un atisbo de sonrojo en sus mejillas—, pero como nunca habíamos hablado pensé que me rechazarías y nunca tendría oportunidad contigo. Por eso hoy no te mandé ningún naipe en el colegio, éste último quería dártelo en persona. Después de lo bien que la pasamos ayer junté todo el valor que pude y toqué el timbre. Pero antes de que vayas a decir algo —no es como si la muchacha fuera a decir algo, sus mejillas estaban ruborizadas naturalmente y las palabras simplemente se rehusaban a salir de su boca—lee el último naipe—pidió el chico.

—Sí… —fue lo único que pudo pronunciar la chica mientras le daba la vuelta a la carta de póker. Había sido una enorme sorpresa que el chico que siempre le gustó en secreto fuera quien le había mandado todas esas cartas. Lo que contenía el naipe decía así:

R
Robándote un beso es como te diré: Te amo. Y ésa será mi manera de demostrártelo porque una palabra por sí sola no significa nada si no hay un acto que la apoye.
Atte.: Aaron.
 <----Un intento fallido de corazón.


Una sonrisa escapó de los labios la Azeneth al leer lo último.

—Eres tú —dijo la joven levantando la mirada para verlo.

—Siempre fui yo.

—Una parte de mí lo sabía.

—Sé que todo lo que escribí es demasiado cursi para poder creerse que yo fui el autor pero lo del beso iba enserio —Aaron comenzó a acercarse lentamente hacia la chica hasta que sus rostros quedaron tan cerca que podían sentir la respiración del otro golpear su rostro—. Muy enserio.

Y los labios de ambos se fundieron en beso más dulce que habían recibido en sus vidas. Los labios de él moviéndose con los de ella al son de una melodía que sólo dos se sabían a pesar de nunca haberla escuchado antes. Ese fue su primer beso de muchos juntos. El beso se prolongó hasta que el oxígeno hizo acto de presencia y tuvieron que separar sus labios lentamente.

—Te amo… —le susurró al oído Aaron a Azeneth para después apoyar su frente contra la de ella y cerrar sus ojos con una sonrisa en sus labios — Por eso quiero que seas mi novia ¿tú qué dices?

—Yo también te amo —también le susurró mientras lo abrazaba y lo miraba—. La respuesta es muy obvia y es un sí —una sonrisa se formó en los labios de ambos.

Ya sabía que el brillo que anteriormente se había puesto ahora ya no estaba en sus labios y seguramente el labial tampoco pero si así se podía despintar los labios no le molestaba en lo absoluto esa manera de removerlo.

— ¿Sabes cuantas veces he pensado en ti? —le preguntó Aaron a su novia mientras caminaban rumbo al Baile de Corazones.

— ¿Cuántas?

—Antes de irte a dormir cuenta las estrellas en el cielo y lo sabrás.

Fin.

Capítulo 3: O


Capítulo 3.
O

Tan sólo faltaba un día para San Valentín y todo mundo ya estaba muy emocionado. En especial porque al día siguiente sería el Baile de Corazones. Como era de esperarse las chicas esperaban ansiosas a que las invitaran mientras que otras eran más atrevidas e iban directamente a preguntarle al chico que les gustaba.

Definitivamente el catorce de febrero era especial para varios.

En el Instituto Ebonee se podían ver cartulinas y hojas de papel de diferentes colores pegadas por todo el lugar en el cual anunciaban el esperado baile. Ya tenían casi todo listo, sólo faltaba pulir un par de detalles para que la siguiente noche fuera perfecta.

A pesar de que fuera hora de clase, varios alumnos habían pedido permiso para salir e ir a adornar los pasillos y terminar de preparar unas cuantas cosas que aún hacían falta. Debido a que eran muchos los que habían solicitado este permiso algunos maestros cedieron su clase para que los chicos pudieran hacer sus cosas. Pocas eran las veces en las que los veían tan comprometidos con algo.

Mientras tanto, Belle y Azeneth se encontraban al aire libre corriendo alrededor de las cancha de futbol americano. El lugar era común y corriente. Era rectangular como toda, el pasto estaba bien podado, las líneas bien marcadas, en pocas palabras estaba bien cuidada.

—Espérame, Azeneth —dijo sin aliento la pobre Anabelle.

Llevaban apenas cinco minutos corriendo en la cancha de futbol americano de la escuela y la rubia ya iba infartándose. Correr no era su deporte.

—Vamos, Belle. No me digas que ya te cansaste —la joven de iris grises se tuvo que regresar a ayudar a seguir a su amiga—, tenemos que ir más rápido. Parece que vamos caminando.

—No es mi culpa que nunca te canses, Woodlock —tomó una gran bocanada de aire antes de ser arrastrada por la muchacha.

A diferencia de Anabelle, Azeneth era muy buena en los deportes y difícilmente se cansaba. En esos momentos las chicas se encontraban en clase de deportes y como último ejercicio de afloje las habían puesto a correr alrededor de la cancha de futbol americano. Al principio a la Reclove le había parecido una excelente idea ya que así su novio tendría la oportunidad de verla con el uniforme de deportes el cual le sentaba muy bien, el uniforme consistía en unos shorts rojos y una playera de tirantes blanca, pero después de la primera vuelta lo único que le importaba era seguir respirando y tratar de no sufrir un infarto.

—Claro que me cansó pero no tan rápido como tú… —le contestó e iba a seguir hablándole cuando vio que Aaron estaba ahí. Tan perfecto como siempre.

Su lacio cabello negro era movido por el aire mientras corría hacia uno de sus compañeros, se podía decir que estaba muy concentrado. Su cuerpo alto y atlético derribó a su oponente y comenzó a reír al cumplir su objetivo. Qué risa tan maravillosa tenía aquel joven, era de esas que transmiten sentimiento pero que se escuchan bastante varoniles.

—Azeneth, ¿te traigo una cubeta para que no sigas ensuciando el pasto con tu baba? —comentó Belle pero su acompañante poco caso le hizo pues sólo tenía ojos para el chico que le robaba el aliento.

Hubo un momento en que los ojos oscuros de Aaron se encontraron con los de Azeneth y se miraron a lo lejos sin siquiera parpadear. Desgraciadamente el momento fue interrumpido cuando Mathias sacó de su trance a Aaron para que pudieran seguir el juego. El de cabellos negros, al igual que una noche sin estrellas, le dedicó una sonrisa a Azeneth antes de volver con su demás compañeros. Y ése pequeño  gesto bastó para que el corazón de la muchacha se acelerara a tal punto que creyó que en cualquier momento iba a ser víctima de un infarto.

—Te gusta Aaron —canturreó Belle riendo.

— ¡Sh! Te pueden escuchar —la regañó pero la de cabellos dorados sólo se rio y se echó a correr siendo perseguida por su amiga.

Corrieron esquivando a varios alumnos y profesores mientras se dirigían a los vestidores de chicas. Y cabe decir que no tardaron mucho en llegar por la velocidad a la que iban. Se podía decir que era un milagro que no se hubiera tropezado con algo o alguien en el camino.

—A que no me alcances —gritó entre risas Anabelle y una vez que llegó a los vestidores tomó su maleta  y se encerró en un baño.

—Está bien, tregua. No te haré nada pero mejor apúrate si no quieres llegar tarde a clase. Aparte que si no te apuras no te enseñaré el vestido que llevaré —la condicionó afuera del baño esta Azeneth.

—Ni te hagas ilusiones que te dejaré ir al baile sin antes ver tu vestido. Hoy has rechazado la oferta de ir con varios chicos al Baile de Corazones esperando que Aaron o el chico misterioso de los naipes te invite, así que como tu mejor amiga al menos déjame ver con que vestido usarás para que se les caiga la baba y se arrepientan de no haberte invitado.

—Claro, claro. Ahora cámbiate rápido o me voy sin ti —y sin más que decir tomó su maleta y se metió a un baño para cambiarse a la ropa que traía puesta antes.

La joven se cambió rápidamente y sin interrupciones pero cuando sacó su cepillo para el pelo de la bolsa de enfrente de su maleta se dio cuenta que había un naipe, como los anteriores, pero esta vez con la letra O debajo del corazón. 

—Qué raro… normalmente siempre están en mi casillero cuando se acaba la última clase —miró su reloj y vio que todavía faltaba una clase más para que fuera hora de irse a casa.

— ¿Qué tanto haces allí dentro, Azeneth? Apúrate, tienes cinco minutos o te saco como sea que estés vestida.

—Ya voy, ya voy. Ya casi acabo, Belle. No desesperes.
Antes de que su amiga la pudiera sacar del baño, bien sabía que cuando Anabelle decía algo así siempre lo cumplía, comenzó a leer el naipe.

O
Olvidarte nunca fue, ni será ninguna de mis alternativas. Cuanto tiempo me he pasado armándome de valor para confesarme pero no he podido. Que me llamen cobarde, pero decir lo que sientes nunca ha sido fácil. Me miro al espejo y me preguntó cómo llegué a ser este chico que se esconde detrás de estas cartas  para poder decir lo que siente. Sólo espera, porque tal vez me tome tiempo hallar el momento adecuado pero cuando lo haga será especial. Y recordarás el día en el que te dije las dos palabras que sólo los enamorados pueden decirse.
Atte.: Tu enamorado.

Al igual que las veces anteriores un rubor se apoderó de sus mejillas al tiempo que guardaba la carta de póker en donde la había encontrado y se cepillaba rápidamente el pelo al oír que su amiga comenzaba a contar.

—Estoy lista —salió del baño dándole la última cepillada a su pelo rubio cobrizo antes de que Anabelle llegara al cero en su cuenta regresiva.

—Con tan sólo ver tu rostro puedo decir que recibiste otro naipe ¿o me equivoco?

—Lo acabo de encontrar en una de las bolsas de mi maleta.

—Creo que esta vez no se aguantó las ganas y te lo puso antes, si no me equivoco las últimas veces los encontraste a la hora de la salida —comentó la de iris azules mientras salían de los vestidores de chicas y se dirigían a clase de Español.

—A mí también me pareció algo extraño —estuvo de acuerdo con su amiga mientras entraban al salón de clases.

La maestra Alisson ya se encontraba sentada en su escritorio mientras los demás alumnos iban llegando poco a poco. Alisson era maestra de español y matemáticas pero también era la profesora más joven de todo el instituto, no podía tener más de unos treinta y cinco años de edad. Su cabello era rubio pero se podía ver que se lo teñía por las raíces castañas que a veces se asomaban. Físicamente no era ni muy gorda ni muy delgada y su estatura era un poco más baja que el promedio. En cuanto a su carácter era bastante amable y amistosa, si no la ponías de malas, y siempre llegaba con una sonrisa bastante natural a sus clases.


Al sonar el timbre que indicaba que debía comenzar las clases se levantó de su asiento y caminó hacia el centro del salón. Para ése entonces ya todos los alumnos estaban en su lugar y con sus cosas necesarias.

—Profesora —levantó la mano un chico del salón llamado Roger el cual estaba en el equipo de basquetbol de la escuela.

—Si me vas a preguntar que si puedes ir a ayudar a preparar lo que falta para el Baile de Corazones —su voz amable como de costumbre— sí te dejaré ir al igual a todos los que lo necesiten y como es la mayoría no podré ver tema nuevo por lo que los que no tienen nada que hacer les ayudarán al salón de alado a pintar los carteles restantes.

Unos «Gracias, maestra» «Usted es la mejor» se comenzaron a escuchar mientras los jóvenes comenzaban a salir del aula.

Entre el tumulto de chicos Anabelle y Azeneth fueron hacia el lugar indicado para los que no tuvieran nada que hacer.

—Espera un momento —Belle se puso a pensar mientras caminaban—. En donde se supone que vamos a ayudar está Mathias —comentó emocionada.

—Lo sé, pensé que ya te habías dado cuenta —comentó riendo su acompañante de cabellos anaranjados.

—Y también está Aaron —le dijo la de los caireles de oro dándole suaves codazos en las costillas a Azeneth mientras entraban al salón.

El salón era muy parecido al de ellas, la única diferencia era ése toque que cada grupo le da para personalizar su salón, ése toque que los hace diferentes. Por la cantidad de gente que había en el salón un par de alumnos habían abierto las ventanas para que entrara un poco de aire fresco.

—Eso también lo sé —susurró mientras entraban al salón y su mirada se posaba en el chico de hebras oscuras que se encontraba platicando con un grupo de amigos mientras pintaban el fondo de un cartel con pintura blanca.

—Disculpe, profesor Oliver —la rubia se acercó al escritorio del maestro—,  la maestra Alisson nos mandó a ayudarle a su grupo con los preparativos del baile…

— ¿En qué podemos ayudarle? —completó la frase  Azeneth.

—Esperen un momento —pidió el hombre bigotón y calvo a las muchachas—. Aaron, Mathias y George, dejen de estar jugando. George mejor ve con Marisa y ayúdale a pegar los carteles que faltan—los regañó y luego se dirigió hacia las jóvenes—. Usted señorita —dijo refiriéndose a Azeneth—, ayudará al joven Aaron a terminar de pintar el cartel.

—Como usted diga, profesor —asintió la chica intentando sonar lo más natural que pudo con la emoción y los nervios que sentía. Nunca antes había estado tan cerca de Aaron.

—Y usted ayudará a Mathias a traer más pintura —le indicó a Anabelle quien sonrió encantada ya que podría pasar más tiempo con su novio.

—En seguida, profesor —y rápidamente fue con su novio quien la recibió con un abrazo y luego salieron del salón para ir por la pintura que el profesor les había pedido.

Por otro lado Azeneth se fue a sentar en el lugar que antes ocupaba Mathias, el cual se ubicaba a lado de Aaron.

—Hola —saludó el muchacho al verla llegar—, Azeneth ¿cierto? —la chica sintió como la sangre se le subía a las mejillas, ¡sabía su nombre!

—Aaron, ¿cierto? —sonrió divertida tomando la mano que él le ofrecía.

—En vivo y en persona —rio al tiempo que soltaba la mano de la chica y tomaba el pincel  para después sumergirlo en el botecito de pintura que tenía enfrente—. Ya casi es la salida así que creo que sólo podremos terminar éste cartel, ¿tú qué dices?

—Si seguimos hablando en lugar de pintar yo creo que ni un cartel vamos a acabar —rio mientras tomaba el pincel de él y comenzaba a pintar las partes que faltaban.

—Eso rimó —observó  el muchacho divertido mientras tomaba otro pincel, lo llenaba de pintura y ayudaba a la chica a terminar de pintar.

—Cierto, y lo hice inconscientemente —siguió riendo un poco más mientras seguía pintando.

—Entonces eres talentosa por naturaleza.

—Es parte del encanto —bromeó ella, se sentía tan bien hablar con él. Ninguno de los dos hablaba por hablar, simplemente se comenzaban a conocer poco a poco de la manera más natural posible.

—Se nota —comentó el sonriendo mientras la miraba y dejaba de pintar. Al ella darse cuenta se sonrojó levemente.

— ¿Qué pasó? ¿Tengo algo en la cara? —preguntó ella dejando de pintar para voltear a verlo.

—Sí, tienes pintura aquí —se pintó  su dedo índice con el pincel y se lo puso en la punta de la nariz.

— ¡Oye! —dijo divertida haciendo lo mismo que él.

—Lo sabía, eres muy divertida. ¿Cómo es que nunca hablamos?

—Cosas del destino tal vez —se encogió de hombros la chica terminando de pintar el resto de lo que faltaban. Una dulce sonrisa adornaba su rostro haciéndola ver tan feliz.

—Tal vez sea eso —dijo mirando su reloj—. Que rápido se me pasó el tiempo, ya casi van a tocar. Será mejor que vayamos guardando todo.

—Por supuesto, yo entregaré los pinceles y las pinturas al profesor y tú guarda tus cosas, ¿vale?

—Está bien, pero en compensación te acompañaré a la entrada de la escuela. Te acompañaría a tu casa pero tengo entrenamiento de futbol americano hoy.

—Me parece bien —sonrió y fue a devolver todo lo que usaron al profesor.

En efecto Aaron tenía razón, a los pocos minutos sonó el timbre de salida. Todos los demás alumnos se apresuraron a guardar sus cosas y salieron.

— Entontes cuéntame, Azeneth —comenzó a hablar el chico de ojos negros mientras caminaba a lado de la chica hacia la entrada de la escuela justo como se lo había prometido
.
— ¿Qué te cuento, Aaron?

— ¿Quién es tu pareja para el Baile de corazones? —preguntó curiosamente.

—No tengo —respondió tranquilamente la joven mientras llegaban a la entrada del colegio.

— ¿Cómo que no tienes? —La miró incrédulo— Pensé que ya tenías, digo… —se quedó callado un momento al darse cuenta de su comentario— chicas como tú no se pueden quedar sin pareja, ¿acaso nadie te lo pidió?

—Varios me lo pidieron pero rechacé su oferta.

—Pues que no se diga más, mañana te pasó esperaré aquí a las siete de la noche.

— ¿Qué?

—Tal como lo escuchaste, no permitiré que vayas sin pareja al baile. Ya está decidido, nos vemos mañana, Azeneth —se despidió dándole un beso en la mejilla para después dar media vuelta en sus talones e irse caminando con una sonrisa en su rostro dejando a la chica con la cara roja como un tomate.

Al parecer Cupido se había adelantado en flechar a la primera pareja.

Capítulo 2: M



Capítulo 2.
M

Doce de febrero. Dos días restantes para San Valentín. Dos días restantes para confesar ese sentimiento llamado amor.

Esta vez el grupo de Azeneth y Anabelle no había tenido la suerte de que el profesor se retrasara por lo que su clase comenzó puntual. Lo bueno era que la materia que les tocaba era arte y para todos era un respiro ya que en esa clase podían platicar mientras escuchaban música y trabajan. Como todas las clases se impartían en la misma aula, exceptuando Computación y Laboratorio, no tenían la molestia de andar cambiando de salón a cada rato así que podían jugar o platicar mientras el profesor llegaba al salón de clases.

El salón había terminado igual que el día anterior, un poco desordenado pero pasable. En esos momentos la profesora les había pedido que guardaran silencio por un momento mientras daba un anuncio.

—No olviden comprar su boleto para el Baile de Corazones que se llevará a cabo el viernes catorce de febrero. Espero verlos arreglados —comentó la maestra Cecilia remarcando la última oración mientras miraba a los chicos a los cuales dudaba que los llegara a ver con un traje y bien peinados algo vez en su vida.

Cecilia era una señora de unos cuarenta y seis, cuarenta y siete años a lo mucho. Su pelo castaño, el cual comenzaba a mostrar unas cuantas canas, le llegaba hasta un poco debajo de los hombros pero como siempre lo traía peinado en una coleta alta no se podía apreciar el largo de su cabello, sólo se podía calcular. Su fisionomía era delgada y de estatura promedio. El maquillaje era algo que nunca podía faltar en ella, tal vez por ser artista poseía esa característica, pero no había día en el que sus labios no fueran cubiertos por un labial rojo  y que un delineador no resaltara su par de ojos color avellana.

— ¿No te ha llegado ningún papel, naipe, sobre o algo como lo de ayer? —le preguntó en un susurro Anabelle a su amiga.

Desde que habían llegado a la escuela había examinado y literalmente saqueado el casillero y pertenencias de Azeneth para revisar si no había algo parecido a lo de ayer pero lo único que había encontrado fue nada. Francamente se había desanimado notablemente ya que la clase de arte de la maestra Cecilia era la última del día y todavía su mejor amiga no había recibido algo.

—Aún no, ni un mensaje. Nada.

—Saliendo de clase volveré a revisar tu casillero y… —Belle no pudo continuar debido a que la maestra la interrumpió.

—Señorita Reclove, ¿podría hacernos el favor de decirle a toda la clase lo que estaba explicando? —pidió la señora a la joven estudiante ya que se había dado cuenta que no había estado prestándole atención.

—Usted estaba diciendo que… —su voz tembló un poco y se quedó callada unos segundos mirando de reojo a su amiga en busca de ayuda. Azeneth, quien sí estaba poniendo atención, escribió rápidamente en una hoja de su cuaderno el costo que tendría el boleto, a qué hora sería el baile y unos cuantos detalles más, que era justamente lo que Cecilia se encontraba explicando—, usted estaba diciendo que el costo del boleto sería de treinta pesos por persona y que teníamos que llegar a las siete de la noche al patio para que se nos pudiera tomar una foto con nuestra pareja —dijo un poco más segura, pero sin sonar confiada. Y antes de que la maestra pudiera preguntar otra cosa el timbre sonó salvando a la pobre joven de sufrir un interrogatorio.

—Es hora de irnos —dijo la de ojos plateados a la maestra mientras todos comenzaban a guardar sus cosas y salían del salón. Azeneth tan sólo esperó a que su amiga terminara de guardar sus cosas y una vez que terminó se dirigieron a sus casilleros encontrándose a Mathias, el novio de Anabelle, en el camino.

—Hola —saludó el muchacho a Azeneth y a su novia dándole un breve beso en los labios a la última—, son como uña y mugre, chicas. No hay día en que no las vea juntas —comentó divertido tomando la mano de Belle.

Mathias era capitán del equipo de futbol americano. Tenía el cabello rubio levemente rizado y unos ojos miel que cautivaban a cualquiera. Era alto y se podía decir que era bastante atlético ya que los músculos de su abdomen y brazos resaltaban constantemente con cualquier movimiento. En pocas palabras era guapo aquel muchacho.

—Lo sabemos —contestaron ambas al mismo tiempo mientras reían.

Una vez que llegaron a sus casilleros la de cabellos lacios color rubio cobrizo se encontró con un naipe con el mismo diseño que al de ayer pero en lugar de tener una A tenía una M. La carta de póker se encontraba pegada con un pedazo de cinta adhesiva a su casillero así que la tomó despegándola con cuidado.


— ¡Sabía que te llegaría una cosa hoy! —Exclamó emocionada la de dorados caireles—Ahora léela, léela, léela —insistió hasta que su amiga hizo caso.


Azeneth hizo lo que su amiga le pidió.  Pero antes se puso a pensar por que esta vez tenía una letra diferente, tal vez otra persona le había mandado un mensaje con la misma idea que el primer chico pero desechó la idea ya que el mensaje que había recibido el día anterior expresaba que las cartas de póker debían de ser de sólo una persona.  

Después de pensarlo unos momentos le dio la vuelta al naipe y se dio cuenta que la caligrafía era la misma que la de ayer, así que supuso que las letras debían de significar algo. Sin más comenzó a leer el mensaje que decía así:

M
Me he enamorado tan profundamente de ti que ahora me cuesta distinguir qué cosas hago por ti y cuáles no. Nunca creí que el amor a primera vista existiera, pero ahora, cada vez que pienso como es que te entregué mi corazón, me doy cuenta que con tan sólo una mirada te volviste mi mundo. Y hoy me atrevo a decir que el amor es la cosa más difícil y rara que jamás he conocido pero también he aprendido que es la cosa más maravillosa y bella del mundo. Por eso, aunque sé que no soy poeta, trataré de serlo por mi amada, mi princesa.
Atte.: Tu enamorado.

Y como la primera vez, la piel clara de su rostro hizo un gran contraste con el rubor que invadió sus mejillas conforme iba leyendo cada palara. En ese momento se acordó que hace mucho tiempo una maestra le había dicho que comúnmente la gente no leía todas las palabras de lo que leían pero que cuando leyeran una carta de amor dirigida a ellos sí que leerían todo. Y sí que tenía razón.

—Sabía que iba a reaccionar así de nuevo —le susurró Anabelle a Mathias—. Azeneth, nos iremos adelantando. Tal vez tu príncipe azul llegue pronto —rio suavemente y después se fue a casa de la mano de su novio. En verdad que hacía una linda pareja, ambos se comprendían y a veces tenían una que otra pelea pero nada fuera de lo normal.

Las calles por donde iban pasando estaban tranquilas como de costumbre. No había mucha gente que no te dejara pasar y tampoco estaba demasiado solitario para hacerte dudar que en cualquier momento te fueran a atacar. Sólo pasaba una que otra persona de vez en cuando mientras ambos jóvenes caminaban tomados de la mano. El clima estaba agradable, esa fue una razón para no tomar el autobús.

—El chico debe amarle demasiado —comentó el de ojos miel cruzando una calle con su novia a su lado. Al ver a su alrededor supo que ya estaban a un par de metros de la casa de Anabelle. El tiempo parecía no pasar cuando estaba a su lado, como si sólo existieran ellos dos.

—Lo sé, como tú me amas a mí —dijo divertida la rubia antes de plantarle un breve beso en los labios siendo correspondida por Mathias quien no lo dudó ni dos veces.

—Exacto —concordó con ella una vez que el beso se había terminado. Caminaron un par de metros más y llegaron a la casa de los Reclove.

El hogar de Anabelle era de un tamaño considerable y elegante. La construcción era de dos pisos y de un color blanco. En la entrada había un camino para llegar a la puerta y el césped estaba verde y bien podado, y por supuesto las flores crecían con todo su esplendor. 

—Mejor entra, ya sabes cómo se pone tu padre cuando yo te traigo y llegamos tarde —le susurró sobre los labios a la muchacha, amaba hacer eso. En especial por que las mejillas de Belle se enrojecían notablemente.

—Claro —respondió también en un susurro ella mientras se separaba lentamente sin querer hacerlo.

—Pero antes —dijo tomándola con suavidad por el brazo—, te vendré a recoger a las seis cincuenta antes del Baile de corazones.

—Te estaré esperando —con una linda sonrisa adornando su rostro se despidió con la mano y después entró a su casa.

♥♥♥♥

Por otro lado Azeneth ya había llegado a su casa. Como sus padres no estaban ese día por cuestiones de trabajo y no tenía hermanos comió sola. Una vez que terminó de comer se dirigió a la cocina y lavó su plato mientras leía una y otra vez el contenido del naipe.

—Que sea Aaron quien escribió esto —susurraba quedamente mientras tomaba la carta de póker y subía a su habitación.

La recamara de la joven estaba muy ordenada para ser la de un adolescente. Todos los libros se encontraban acomodados en el librero, no había ropa sucia ni zapatos tirados en el suelo, la cama estaba tendida y el closet estaba cerrado. La cama se encontraba pegada a la ventana la cual daba a la calle, a un lado estaba un escritorio de madera en el cual estaban una laptop y una lamparita y al lado izquierdo de la puerta del baño se encontraba el librero mientras que el closet se encontraba en la esquina derecha junto a su tocador.

Al entrar a su habitación, la de ojos color plata se dejó caer en su cama y se puso a escuchar música la cual se vio obligada a ponerle pausa debido a que su celular comenzó a sonar. Le había llegado un mensaje y antes de revisar de quien era lo supo. Era el chico misterioso que le mandaba los mensajes por medio de naipes.

Esta vez el mensaje que le había llegado decía:

Espero te haya gustado lo que decía el naipe de hoy por que esos son mis sentimientos por ti. No olvides que tu nombre está escrito en mi corazón. Espera el de mañana.
Atte.: Tu enamorado.

Y por segunda vez  en el día, sonrió al leer lo que él le había escrito.

—Espero algún día llegar a conocerte —dejó el segundo naipe encima de su escritorio junto al primero antes de acostarse en su cama y caer en los brazos de Morfeo.

Todavía no era de noche pero quería soñar e imaginarse al dueño de tan dulces palabras, que esperaba a que fuera su adorado Aaron.