miércoles, 8 de febrero de 2012

Capítulo 3: O


Capítulo 3.
O

Tan sólo faltaba un día para San Valentín y todo mundo ya estaba muy emocionado. En especial porque al día siguiente sería el Baile de Corazones. Como era de esperarse las chicas esperaban ansiosas a que las invitaran mientras que otras eran más atrevidas e iban directamente a preguntarle al chico que les gustaba.

Definitivamente el catorce de febrero era especial para varios.

En el Instituto Ebonee se podían ver cartulinas y hojas de papel de diferentes colores pegadas por todo el lugar en el cual anunciaban el esperado baile. Ya tenían casi todo listo, sólo faltaba pulir un par de detalles para que la siguiente noche fuera perfecta.

A pesar de que fuera hora de clase, varios alumnos habían pedido permiso para salir e ir a adornar los pasillos y terminar de preparar unas cuantas cosas que aún hacían falta. Debido a que eran muchos los que habían solicitado este permiso algunos maestros cedieron su clase para que los chicos pudieran hacer sus cosas. Pocas eran las veces en las que los veían tan comprometidos con algo.

Mientras tanto, Belle y Azeneth se encontraban al aire libre corriendo alrededor de las cancha de futbol americano. El lugar era común y corriente. Era rectangular como toda, el pasto estaba bien podado, las líneas bien marcadas, en pocas palabras estaba bien cuidada.

—Espérame, Azeneth —dijo sin aliento la pobre Anabelle.

Llevaban apenas cinco minutos corriendo en la cancha de futbol americano de la escuela y la rubia ya iba infartándose. Correr no era su deporte.

—Vamos, Belle. No me digas que ya te cansaste —la joven de iris grises se tuvo que regresar a ayudar a seguir a su amiga—, tenemos que ir más rápido. Parece que vamos caminando.

—No es mi culpa que nunca te canses, Woodlock —tomó una gran bocanada de aire antes de ser arrastrada por la muchacha.

A diferencia de Anabelle, Azeneth era muy buena en los deportes y difícilmente se cansaba. En esos momentos las chicas se encontraban en clase de deportes y como último ejercicio de afloje las habían puesto a correr alrededor de la cancha de futbol americano. Al principio a la Reclove le había parecido una excelente idea ya que así su novio tendría la oportunidad de verla con el uniforme de deportes el cual le sentaba muy bien, el uniforme consistía en unos shorts rojos y una playera de tirantes blanca, pero después de la primera vuelta lo único que le importaba era seguir respirando y tratar de no sufrir un infarto.

—Claro que me cansó pero no tan rápido como tú… —le contestó e iba a seguir hablándole cuando vio que Aaron estaba ahí. Tan perfecto como siempre.

Su lacio cabello negro era movido por el aire mientras corría hacia uno de sus compañeros, se podía decir que estaba muy concentrado. Su cuerpo alto y atlético derribó a su oponente y comenzó a reír al cumplir su objetivo. Qué risa tan maravillosa tenía aquel joven, era de esas que transmiten sentimiento pero que se escuchan bastante varoniles.

—Azeneth, ¿te traigo una cubeta para que no sigas ensuciando el pasto con tu baba? —comentó Belle pero su acompañante poco caso le hizo pues sólo tenía ojos para el chico que le robaba el aliento.

Hubo un momento en que los ojos oscuros de Aaron se encontraron con los de Azeneth y se miraron a lo lejos sin siquiera parpadear. Desgraciadamente el momento fue interrumpido cuando Mathias sacó de su trance a Aaron para que pudieran seguir el juego. El de cabellos negros, al igual que una noche sin estrellas, le dedicó una sonrisa a Azeneth antes de volver con su demás compañeros. Y ése pequeño  gesto bastó para que el corazón de la muchacha se acelerara a tal punto que creyó que en cualquier momento iba a ser víctima de un infarto.

—Te gusta Aaron —canturreó Belle riendo.

— ¡Sh! Te pueden escuchar —la regañó pero la de cabellos dorados sólo se rio y se echó a correr siendo perseguida por su amiga.

Corrieron esquivando a varios alumnos y profesores mientras se dirigían a los vestidores de chicas. Y cabe decir que no tardaron mucho en llegar por la velocidad a la que iban. Se podía decir que era un milagro que no se hubiera tropezado con algo o alguien en el camino.

—A que no me alcances —gritó entre risas Anabelle y una vez que llegó a los vestidores tomó su maleta  y se encerró en un baño.

—Está bien, tregua. No te haré nada pero mejor apúrate si no quieres llegar tarde a clase. Aparte que si no te apuras no te enseñaré el vestido que llevaré —la condicionó afuera del baño esta Azeneth.

—Ni te hagas ilusiones que te dejaré ir al baile sin antes ver tu vestido. Hoy has rechazado la oferta de ir con varios chicos al Baile de Corazones esperando que Aaron o el chico misterioso de los naipes te invite, así que como tu mejor amiga al menos déjame ver con que vestido usarás para que se les caiga la baba y se arrepientan de no haberte invitado.

—Claro, claro. Ahora cámbiate rápido o me voy sin ti —y sin más que decir tomó su maleta y se metió a un baño para cambiarse a la ropa que traía puesta antes.

La joven se cambió rápidamente y sin interrupciones pero cuando sacó su cepillo para el pelo de la bolsa de enfrente de su maleta se dio cuenta que había un naipe, como los anteriores, pero esta vez con la letra O debajo del corazón. 

—Qué raro… normalmente siempre están en mi casillero cuando se acaba la última clase —miró su reloj y vio que todavía faltaba una clase más para que fuera hora de irse a casa.

— ¿Qué tanto haces allí dentro, Azeneth? Apúrate, tienes cinco minutos o te saco como sea que estés vestida.

—Ya voy, ya voy. Ya casi acabo, Belle. No desesperes.
Antes de que su amiga la pudiera sacar del baño, bien sabía que cuando Anabelle decía algo así siempre lo cumplía, comenzó a leer el naipe.

O
Olvidarte nunca fue, ni será ninguna de mis alternativas. Cuanto tiempo me he pasado armándome de valor para confesarme pero no he podido. Que me llamen cobarde, pero decir lo que sientes nunca ha sido fácil. Me miro al espejo y me preguntó cómo llegué a ser este chico que se esconde detrás de estas cartas  para poder decir lo que siente. Sólo espera, porque tal vez me tome tiempo hallar el momento adecuado pero cuando lo haga será especial. Y recordarás el día en el que te dije las dos palabras que sólo los enamorados pueden decirse.
Atte.: Tu enamorado.

Al igual que las veces anteriores un rubor se apoderó de sus mejillas al tiempo que guardaba la carta de póker en donde la había encontrado y se cepillaba rápidamente el pelo al oír que su amiga comenzaba a contar.

—Estoy lista —salió del baño dándole la última cepillada a su pelo rubio cobrizo antes de que Anabelle llegara al cero en su cuenta regresiva.

—Con tan sólo ver tu rostro puedo decir que recibiste otro naipe ¿o me equivoco?

—Lo acabo de encontrar en una de las bolsas de mi maleta.

—Creo que esta vez no se aguantó las ganas y te lo puso antes, si no me equivoco las últimas veces los encontraste a la hora de la salida —comentó la de iris azules mientras salían de los vestidores de chicas y se dirigían a clase de Español.

—A mí también me pareció algo extraño —estuvo de acuerdo con su amiga mientras entraban al salón de clases.

La maestra Alisson ya se encontraba sentada en su escritorio mientras los demás alumnos iban llegando poco a poco. Alisson era maestra de español y matemáticas pero también era la profesora más joven de todo el instituto, no podía tener más de unos treinta y cinco años de edad. Su cabello era rubio pero se podía ver que se lo teñía por las raíces castañas que a veces se asomaban. Físicamente no era ni muy gorda ni muy delgada y su estatura era un poco más baja que el promedio. En cuanto a su carácter era bastante amable y amistosa, si no la ponías de malas, y siempre llegaba con una sonrisa bastante natural a sus clases.


Al sonar el timbre que indicaba que debía comenzar las clases se levantó de su asiento y caminó hacia el centro del salón. Para ése entonces ya todos los alumnos estaban en su lugar y con sus cosas necesarias.

—Profesora —levantó la mano un chico del salón llamado Roger el cual estaba en el equipo de basquetbol de la escuela.

—Si me vas a preguntar que si puedes ir a ayudar a preparar lo que falta para el Baile de Corazones —su voz amable como de costumbre— sí te dejaré ir al igual a todos los que lo necesiten y como es la mayoría no podré ver tema nuevo por lo que los que no tienen nada que hacer les ayudarán al salón de alado a pintar los carteles restantes.

Unos «Gracias, maestra» «Usted es la mejor» se comenzaron a escuchar mientras los jóvenes comenzaban a salir del aula.

Entre el tumulto de chicos Anabelle y Azeneth fueron hacia el lugar indicado para los que no tuvieran nada que hacer.

—Espera un momento —Belle se puso a pensar mientras caminaban—. En donde se supone que vamos a ayudar está Mathias —comentó emocionada.

—Lo sé, pensé que ya te habías dado cuenta —comentó riendo su acompañante de cabellos anaranjados.

—Y también está Aaron —le dijo la de los caireles de oro dándole suaves codazos en las costillas a Azeneth mientras entraban al salón.

El salón era muy parecido al de ellas, la única diferencia era ése toque que cada grupo le da para personalizar su salón, ése toque que los hace diferentes. Por la cantidad de gente que había en el salón un par de alumnos habían abierto las ventanas para que entrara un poco de aire fresco.

—Eso también lo sé —susurró mientras entraban al salón y su mirada se posaba en el chico de hebras oscuras que se encontraba platicando con un grupo de amigos mientras pintaban el fondo de un cartel con pintura blanca.

—Disculpe, profesor Oliver —la rubia se acercó al escritorio del maestro—,  la maestra Alisson nos mandó a ayudarle a su grupo con los preparativos del baile…

— ¿En qué podemos ayudarle? —completó la frase  Azeneth.

—Esperen un momento —pidió el hombre bigotón y calvo a las muchachas—. Aaron, Mathias y George, dejen de estar jugando. George mejor ve con Marisa y ayúdale a pegar los carteles que faltan—los regañó y luego se dirigió hacia las jóvenes—. Usted señorita —dijo refiriéndose a Azeneth—, ayudará al joven Aaron a terminar de pintar el cartel.

—Como usted diga, profesor —asintió la chica intentando sonar lo más natural que pudo con la emoción y los nervios que sentía. Nunca antes había estado tan cerca de Aaron.

—Y usted ayudará a Mathias a traer más pintura —le indicó a Anabelle quien sonrió encantada ya que podría pasar más tiempo con su novio.

—En seguida, profesor —y rápidamente fue con su novio quien la recibió con un abrazo y luego salieron del salón para ir por la pintura que el profesor les había pedido.

Por otro lado Azeneth se fue a sentar en el lugar que antes ocupaba Mathias, el cual se ubicaba a lado de Aaron.

—Hola —saludó el muchacho al verla llegar—, Azeneth ¿cierto? —la chica sintió como la sangre se le subía a las mejillas, ¡sabía su nombre!

—Aaron, ¿cierto? —sonrió divertida tomando la mano que él le ofrecía.

—En vivo y en persona —rio al tiempo que soltaba la mano de la chica y tomaba el pincel  para después sumergirlo en el botecito de pintura que tenía enfrente—. Ya casi es la salida así que creo que sólo podremos terminar éste cartel, ¿tú qué dices?

—Si seguimos hablando en lugar de pintar yo creo que ni un cartel vamos a acabar —rio mientras tomaba el pincel de él y comenzaba a pintar las partes que faltaban.

—Eso rimó —observó  el muchacho divertido mientras tomaba otro pincel, lo llenaba de pintura y ayudaba a la chica a terminar de pintar.

—Cierto, y lo hice inconscientemente —siguió riendo un poco más mientras seguía pintando.

—Entonces eres talentosa por naturaleza.

—Es parte del encanto —bromeó ella, se sentía tan bien hablar con él. Ninguno de los dos hablaba por hablar, simplemente se comenzaban a conocer poco a poco de la manera más natural posible.

—Se nota —comentó el sonriendo mientras la miraba y dejaba de pintar. Al ella darse cuenta se sonrojó levemente.

— ¿Qué pasó? ¿Tengo algo en la cara? —preguntó ella dejando de pintar para voltear a verlo.

—Sí, tienes pintura aquí —se pintó  su dedo índice con el pincel y se lo puso en la punta de la nariz.

— ¡Oye! —dijo divertida haciendo lo mismo que él.

—Lo sabía, eres muy divertida. ¿Cómo es que nunca hablamos?

—Cosas del destino tal vez —se encogió de hombros la chica terminando de pintar el resto de lo que faltaban. Una dulce sonrisa adornaba su rostro haciéndola ver tan feliz.

—Tal vez sea eso —dijo mirando su reloj—. Que rápido se me pasó el tiempo, ya casi van a tocar. Será mejor que vayamos guardando todo.

—Por supuesto, yo entregaré los pinceles y las pinturas al profesor y tú guarda tus cosas, ¿vale?

—Está bien, pero en compensación te acompañaré a la entrada de la escuela. Te acompañaría a tu casa pero tengo entrenamiento de futbol americano hoy.

—Me parece bien —sonrió y fue a devolver todo lo que usaron al profesor.

En efecto Aaron tenía razón, a los pocos minutos sonó el timbre de salida. Todos los demás alumnos se apresuraron a guardar sus cosas y salieron.

— Entontes cuéntame, Azeneth —comenzó a hablar el chico de ojos negros mientras caminaba a lado de la chica hacia la entrada de la escuela justo como se lo había prometido
.
— ¿Qué te cuento, Aaron?

— ¿Quién es tu pareja para el Baile de corazones? —preguntó curiosamente.

—No tengo —respondió tranquilamente la joven mientras llegaban a la entrada del colegio.

— ¿Cómo que no tienes? —La miró incrédulo— Pensé que ya tenías, digo… —se quedó callado un momento al darse cuenta de su comentario— chicas como tú no se pueden quedar sin pareja, ¿acaso nadie te lo pidió?

—Varios me lo pidieron pero rechacé su oferta.

—Pues que no se diga más, mañana te pasó esperaré aquí a las siete de la noche.

— ¿Qué?

—Tal como lo escuchaste, no permitiré que vayas sin pareja al baile. Ya está decidido, nos vemos mañana, Azeneth —se despidió dándole un beso en la mejilla para después dar media vuelta en sus talones e irse caminando con una sonrisa en su rostro dejando a la chica con la cara roja como un tomate.

Al parecer Cupido se había adelantado en flechar a la primera pareja.

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